martes, 10 de noviembre de 2009


Casi todos los actos que realizamos a diario, tienen un carácter rutinario y en gran medida se apoyan en hábitos adquiridos por su repetición durante mucho tiempo.

También efectuamos actos que en lugar de dejarnos indiferentes como aquellos que reiteramos de continuo, nos entregan una sensación de plenitud o, a veces, una sensación de malestar.

Hay acciones que nos dan una buena sensación y luego, al recordarlas, quisiéramos repetirlas nuevamente. Tienen además, la característica de ser acciones que no hastían sino que al efectuarlas nos dejan el registro de mejoría, de crecimiento interno. Comer un manjar agradable nos entrega una sensación placentera, pero podríamos hastiarnos si insistiéramos más allá de ciertos límites. Además, al recordar el manjar en un momento de hambre, quisiéramos volver a comerlo, pero cada vez que lo lográramos tendríamos sensación de saciedad, no de mejora personal o de crecimiento.

Otro tipo de acciones nos dejan una sensación agradable en el momento, pero al recordarlas nos traen malestar. Si, por ejemplo, para aliviar nuestras tensiones momentáneas agredimos a alguien, es posible que en ese momento registremos una liberación interna, pero luego surgirá algo parecido al arrepentimiento y comprenderemos que tal cosa no será buena de repetir. También advertiremos que esa forma de proceder no nos hace crecer internamente, no nos mejora.

Los actos que dan unidad interna tienen siempre estas cualidades: 1.- dan un buen registro al efectuarlos; 2.- se los quisiera repetir; 3.- se sienten como una mejora personal. Si alguno de esos tres requisitos está ausente es porque estamos en presencia de acciones habituales, necesarias para la vida, pero un tanto neutras; o bien acciones placenteras momentáneas; o, por último, acciones contradictorias.

Los actos unitivos o los actos contradictorios se sienten en el momento, se los recuerda de un modo característico y predisponen futuras conductas. De manera que eludir la contradicción y reforzar los actos de unidad interna es de suma importancia. La disposición a lograr una vida unitiva, marca el comienzo de un verdadero sentido y de una nueva orientación en la conducta diaria. La reflexión sobre los principios de Acción Válida orienta a una conducta coherente, alejándonos de la contradicción.
Si se quisiera dar alguna dirección a los acontecimientos, habría que empezar por la propia vida y, para hacerlo, tendríamos que tener en cuenta al medio en que actuamos. Ahora bien, ¿a qué dirección podemos aspirar? Sin duda a la que nos proporcione coherencia y apoyo en un medio tan cambiante e imprevisible. Pensar, sentir y actuar en la misma dirección es una propuesta de coherencia en la vida. Sin embargo, esto no es fácil porque nos encontramos en una situación que no hemos elegido completamente. Estamos haciendo cosas que necesitamos aunque en gran desacuerdo con lo que pensamos y sentimos. Estamos puestos en situaciones que no gobernamos. Actuar con coherencia, más que un hecho es una intención, una tendencia que podemos tener presente de manera que nuestra vida se vaya direccionando hacia ese tipo de comportamiento. Es claro que únicamente influyendo en ese medio podremos cambiar parte de nuestra situación. Al hacerlo, estaremos direccionando la relación con otros y otros compartirán tal conducta. Si a lo anterior se objeta que algunas personas cambian de medio con cierta frecuencia en razón de su trabajo o por otros motivos, responderemos que eso no modifica en nada lo planteado ya que siempre se estará en situación, siempre se estará en un medio dado.

Por otra parte, si pretendemos coherencia, el trato que demos a los demás tendrá que ser del mismo género que el trato que exigimos para nosotros. Así, en estas dos propuestas encontramos los elementos básicos de dirección hasta donde llegan nuestras fuerzas. La coherencia avanza en tanto avance el pensar, sentir y actuar en la misma dirección. Esta coherencia se extiende a otros, porque no hay otra manera de hacerlo y al extenderse a otros, comenzamos a tratarlos del modo que quisiéramos ser tratados. Así, coherencia y solidaridad son direcciones, aspiraciones de conductas a lograr.

La verdad triple

La razón verdadera en el corazón falso, produce la hipocresía. El sentimiento verdadero en la cabeza falsa, produce la estupidez. La acción verdadera en la cabeza falsa, produce el regreso de la acción y en el corazón falso, la humillación. Si falsa es la acción y la cabeza verdadera, el vacío irá adelante. Cuando la cabeza, el corazón y la acción están falseados, según las proporciones de la mezcla, producirán la venganza, la envidia, la desazón, el aburrimiento y el "no". Dice "sí" quien piensa, siente y actúa verdaderamente y "verdaderamente" va en dirección única que es triple.